Por: Javier Zúñiga S.
A inicios del mes de septiembre, tuve la oportunidad de realizar una pequeña práctica en
Sinart S.A. (Canal 13), en la que pude conocer no solo el mundo de la televisión por dentro, sino el de la instituciones gubernamentales.
Infraestructura en decadencia, equipos tecnológicos prehistóricos, espacios de trabajo claustrofóbicos, equipo humano frustrado y lo peor de todo contaminados de la politiquería.
Un día en pleno trabajo, me pidieron salir y entrevistar a una madre que estaba solicitando ayuda para su hijo de 22 años que sufría de convulsiones y una enfermedad que deteriora la piel. Salí, conversé con la señora, la grabe explicando el padecimiento de su hijo y solicitando ayuda económica a los costarricenses para un tratamiento especializado en Canadá.
La señora terminó más que agradecida, deseándome que Dios me retribuyera la ayuda que le estaba brindando en algún momento de mi vida, lo que esta señora no sabía, es que no dependía de mí que la entrevista saliera al aire.
El director en jefe de ese día, le prometió sacar la nota al aire ese mismo día en la noche, o al día siguiente (he de confesar que envuelto en mi inocencia periodística, yo también le creí), pero para sorpresa de la señora en casa, y de mí detrás de una computadora en la sala de redacción, una semana después la nota ni siquiera se había editado.
¿Quiénes si no los medios de comunicación tienen el poder de concientizar al pueblo? Fue lamentable ver como esa contaminación gubernamental hizo que los funcionarios de canal 13 no les importará poner la nota en la cima de la agenda, como un día después ya ni se acordaban que existía, y como un simple funcionario subalterno no puede decidir qué hacer y que no por ayudar al pueblo.
Al ser una institución del gobierno, Sinart S.A. no tiene ningún prestigio ni imagen que defender, pues el presupuesto por más bajo que sea siempre va a estar ahí, las comodidades siempre van a ser las mismas, etc, pero
¿dónde queda el compromiso con la gente, con la información y nuestra profesión? ¿Dónde queda el corazón?Ese mismo día tuve la oportunidad de ver en
REPRETEL un reportaje completo no solo a la madre, sino al hijo, en donde se podía mirar un día normal y anormal de su vida, con el mismo fin: buscar ayuda, pero creo que la diferencia es que REPRETEL si tiene una imagen y un público que cuidar, y
no puede sobrevivir mintiendo para quedar bien.
Unos días después por cuestiones políticas de la universidad y del canal, tuve que salirme de la práctica con dos enseñanzas que nunca se me van a olvidar: la primera que las entidades gubernamentales no te exigen lo mejor de uno mismo, y la segunda, que si llega el día que me contamine y pierda el corazón dejó de ser periodista y me hago futbolista.